“When one creates phantoms for oneself, one puts vampires into the world, and one must nourish these children of a voluntary nightmare with one's blood, one's life, one's intelligence, and one's reason, without ever satisfying them”
Eliphas Levi
Acabo de entrar a la página de Cinemex a ver si encontraba algo entretenido que me pudiera escapar a ver esta tarde. También mientras veía la página de Cinemex, bien multitask, planeaba detenidamente los orgasmos del 22 de diciembre (ver invitación en facebook). Mientras revisaba la página de Cinemex vi que en la parte de arriba siguen anunciando Crepúsculo. “¿Cómo es posible que siga en cartelera una película tan mala?”, pensé mientras mandaba un mensaje para no olvidar el tema orgásmico. Entonces recordé todo el proceso de la dichosa película y me reí mucho de mí misma.
Todo empezó hace bastantes meses, no recuerdo cuándo, que estaba en mi casita de ociosa navegando. Entré a una página gótica de algo y se desplegó una pantalla negra que tenía del lado derecho unas manos muy blancas sosteniendo una manzana muy roja. Me llamó la atención y la abrí para leer lo siguiente:
“Hay tres cosas de las que estoy completamente segura.
Primera, Edward es un vampiro.
Segunda, una parte de él se muere por beber mi sangre.
Y tercera, estoy total y perdidamente enamorada de él”.
La verdad es que ahí se me rompió el encanto, la contraportada me pareció poco inspiradora y supuse que sería una historia más de vampiros tipo Carlos Trejo pero con un toque muy femenino y bastante cursi que ya, de entrada, me estaba sacando urticaria. Pasó el tiempo y nunca me interesé por saber más sobre el libro. Un día fui a buscar a Asunción, mi querida Sensei y amiga, para invitarla a cenar. Llegué a su casa y como no conocía su nuevo depa vino el obligado tour de reconocimiento. En su recámara me llamó la atención la mesita de noche: entre otros libros estaba Crepúsculo. Pregunté por el libro y Asun me comentó que la tenía atrapada: “está muy bueno. Yo lo empecé a leer porque a mis hijas les encantó y yo ya estoy enamorada del vampiro”. Le comenté que al leer la contraportada me había desilusionado tremendamente y que, además, estando acostumbrada a los vampiros de Anne Rice, esta cosa pueril y cursilienta no me llamaba tanto la atención. Me lo recomendó ampliamente y entonces, teniendo ya una recomendación de un lector habitual, que además es licenciada en Literatura, el fin de semana siguiente corrí a la librería del Fondo de Cultura en la Condesa y me compré los tres primeros libros, Amanecer todavía no les llegaba. Esa misma noche llegué a mi casa y retiré con desesperación el plástico de Crepúsculo y comencé a leer. Era domingo y yo comencé como a las 8.00 pm. Decidí cerrarlo a las 2.00 am del lunes. En efecto, el libro me tenía atrapada. Atrapada por la simplicidad de la historia, por la naturalidad del lenguaje, por lo predecible que podría resultar una protagonista torpe e introvertida. A los pocos días estaba comenzando Eclipse, igual de atrapada que al principio. Le di a Nami Crepúsculo y lo recomendé con todas las chicas de la oficina. Al poco tiempo ya lo estaban leyendo Ale, Estela, Verónica y Carmen. Me sorprendió darme cuenta del magnetismo del protagonista, Edward, y más me sorprendió ver cómo iba generando reacciones extrañamente intensas en mis amigas: Nami estaba ya verdaderamente enamorada de Edward y se cuestionaba el amor como hasta ahora lo ha conocido; Estela, cuando comenzó a leer Crepúsculo, se preguntaba por qué Edward era malo con Bella y venía a mi lugar a preguntarme qué pasaba con Edward; Ale se indignaba tremendamente de que Bella dudara entre Edward y Jacob. En un par de meses me vi envuelta en una serie de polémicas entre mujeres adultas que peleaban intensamente por describir a Edward, por imaginar qué actor quedaría bien en su papel, y yo creo que hasta por imaginarse en brazos del vampiro DE 16 AÑOS. Esto era lo que me tenía sorprendida: estábamos inmersas y vueltas unas locas con una novela para chavitas de 16 a 20 años ¿¿¿¿Por???? No hay que negar que la autora de verdad se anotó un 10. Logró atrapar en las páginas de su libro a mujeres de 15 a 70 años, todas, absolutamente todas embebidas de amor adolescente, de amor sin límites. No cabe duda de que las mujeres, hasta las más amargueitors como yo, seguimos y seguiremos sucumbiendo ante los juramentos de amor eterno.
Cuando llegué al tercer libro, Luna Nueva, ya estaba un poco harta de amor pueril y adolescente. Ya me caía en el hígado la estúpida de Bella con su mal genio y con su rechazo violento a todo: no le gustan las fiestas, no le gustan los regalos, no le gusta que la gente la mire, no le gusta que Edward le preste tanta atención, no le gusta que Jacob la acose, no le gusta que Alice le organice la boda, no se quiere casar con Edward (pero no le importa que la convierta en vampiresa y pasar el resto de sus días con él. ¿Así o más incoherente la chavita?), no quiere nada de nada y todo el tercer libro es una gancho al hígado la pinche escuincla, y el otro, Edward, la tolera porque, extrañamente, está locamente enamorado de ella. ¿Por? Él es un vampiro de 100 años de edad, quien además quiere salvar su alma (si es que tiene) y entonces no la quiere convertir. PERO, está dispuesto a pasar su vida con ella. Yo me pregunto, ¿qué pasaría cuando Bella tuviera 40 años y Edward siguiera teniendo 16? ¿Juzgarían a Bella por estupro? ¿Edward seguiría teniendo ganas de hacerle el amor? (¡Ey! Los orgasmos son para el día 22 de diciembre, no lo olviden). En fin, la historia comenzaba a hartarme y ya tampoco era tan proactiva en las conversaciones en la oficina ni en la fijación de Nami por Edward, al final de cuentas, Edward también ya me estaba cayendo mal por ilógico. Lo malo es que ya me había comprado el cuarto libro: Breaking Dawn, y no quería desperdiciar $160.00 pesos. Cuando justo iba a empezar a leer Breaking Dawn se estaba estrenado la película. La película sí me daba emoción, como todas las películas basadas en libros. Me encanta ir a ver si el Director se imaginó lo mismo que yo y me encanta ver cómo se hizo la adaptación a cine. Prometí que llevaría a mis primitas al estreno. El viernes 22 de noviembre me dirigí a casa del tío Felipe a recoger a Gaby y a Anick para ver tan esperada película. Mis primitas son pequeñas ellas, son precisamente el target de los libros: 20 y 17 años. Anick había terminado de leer Crepúsculo ese mismo día y tenía la historia muy fresca. Yo recordaba muy bien la historia pero ya no recordaba qué pasaba en qué libro. Recordaba que estaba muy emocionada por ver a quién habían escogido para personificar a Alice, el personaje del libro con quien me sentía identificada, una vampiresa medio despistada que andaba por la vida caminando de puntitas, dando saltos de baile, organizando fiestas, comprándose ropa, queriendo hacer algo por las tremendas fachas en las que siempre se encontraba Bella y que tenía ciertas premoniciones que a veces no sabía cómo interpretar. Yo me siento Alice cada vez que trato de convencer a Nami de que se ponga el cinturón plateado en lugar del negro y cada vez que le brincoteo en la cabeza para que me haga caso de algo, lo que sea, y ella me contesta con algún tono de fastidio: “No Albita, no”. Entonces yo me regreso saltando a mi cuarto, en puntitas, conciente de que me ha mandado al cuerno por vigésima cuarta vez, pero con la certeza de que esa tarde, o al día siguiente, entrará a mi cuarto para decirme: “Esta bien Albita, vamos”.
Regresando a la premier. Mi prima Gaby ya se había aventado la película en la tarde y me afirmaba que la película había “superado todas sus expectativas”. Anick estaba segura de que Edward estaba guapo. Yo fui ya con bastante escepticismo. Eran las 10.30 pm. y mis primas no querían palomitas, así que ahí me encontraba yo, en Santa Fe (far away, beyond my lands) sin palomitas, dispuesta ver la película del libro que más me había entretenido en los últimos meses. Cuando salió Edward mi prima Anick me dijo: “¿No está guapísimo?”, “No, contesté indignada, no está guapísimo y se ve putísimo con la boca rosa”. Al poco rato Gaby me dijo: “¡Wow! Rosalie está súper guapa”. “No, volví a contestar, Rosalie debería ser alta y rubia, hermosa y grácil, la mujer más bella de la película. No una gorda odiosa con pelos pintados”. A media noche prendieron las luces y yo quería llorar. Claro que iba con dos primitas a quienes les vale un pepino si la película estaba buena no, a ellas lo único que les interesa es que Edward sí estaba guapo. La verdad es que es una película más que mediocre. La adaptación es mala. El casting es de terror: Edward de verdad parece gay; Carlisle está tan maquillado que parece mimo; Rosalie es gorda; Charlie, que debería ser serio y taciturno, hasta simpático resulta; Victoria no es esta pelirroja sensual y violenta sino mas bien una pelirrojita pecosa que hasta ternura inspira. La música es pésima, seguro no quisieron gastar ni un peso en música, lo cual además a mí me afecta particularmente, je je, y pusieron por ahí a un par de becarios a hacer el score. Es una película de bajo presupuesto con los efectos más mediocres que he visto. Hay una escena en particular en la que solté una carcajada muy estridente: cuando están jugando béisbol en el bosque y llegan los vampiros “malos” y quieren atacar a Bella y toda la familia de Edward se pone en guardia para protegerla. ¡No! ¿Cómo les explico que parecía un enfrentamiento de El Santo contra las Momias de Guanajuato? Malísimo de verdad muy muy malo. Espero que la autora haya cobrado una buena lana por la adaptación a cine porque seguro cuando vio la película le quiso dar un infarto al miocardio.
Salí del cine con mis primitas súper emocionadas y yo despotricando. Mientras ellas me decían que toda la película era maravillosa, yo pensaba en todos los errores de dirección, en la pésima adaptación, en una Bella con cara de idiota, en un Edward maquillado y con movimientos femeninos. Pensé que tal vez estaba exagerando un poco y que tenía que mantenerme en la línea de que siempre que uno lee primero el libro y luego ve la película, ésta siempre resulta ser desilusionante; pero entonces también pensaba que de no haber leído el libro la película me hubiera parecido igual de mala. Dejé a mis primitas en su casa y me comenzó a dar vueltas en la cabeza una idea trillada que seguro a todos se les ha ocurrido: entre más crece uno, entre más sabe uno de algo, más insatisfecho vive uno. Ya no se puede ir al cine con la misma inconciencia de antes, ¿no? Salvo que uno esté perfectamente seguro de que va a ir a ver un reverendo churro y aun así se disponga a comprar el boleto. En la mañana me desperté y mientras me lavaba los dientes Nami entró a mi cuarto y dijo: “¿Qué onda con la película tan mala?” Yo casi me atraganto con la pasta de dientes y la risa. “¿Verdad que sí?”, contesté emocionada. “Sí, ¡claro! Pinche película de bajo presupuesto”. Claro, pensé, es la edad.
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