“I loved the taste of blood since I tasted yours”
M. Duras
Hiroshima, mon amour
Hace un tiempo leía en Chilango una nota que llevaba por título “Mi autor me mima”. Se trataba de unos eventos que me parecieron muy atractivos: círculos de lectura en diferentes librerías de la ciudad; al final de éstos, los participantes se juntan en una de las sedes para tener un coctel con el autor. El artículo mencionaba que la velada con Ruy Sánchez se había alargado hasta que habían tenido que correr a los comensales y que no sé qué otro autor se había llevado a sus lectores a su casa a seguir con la velada. En ese momento me dio una envida de la mala (yo siempre he insistido en que no existe tal cosa como una “envidia de la buena”) por todas aquellas mujeres que lograron oír de labios de Ruy Sánchez cómo se definen Los Sonámbulos y qué pasa en los Jardines Secretos del Mogador. Me imaginé que tal vez hubiera una tenue luz en esa velada mientras alguien leía pausadamente: "(...) soñé que dormías desnuda a mi lado y que aun antes de despertar completamente yo levantaba mi mano hacia ti para acariciarte. Tocaba tu piel alrededor de los pezones embriagándome en su textura. Me acercaba en círculos a la parte más dura y mis dedos lentamente enloquecían. La memoria, reina caprichosa del cuerpo, me hacía tener por la mano las sensaciones de mi boca". Aunque tal vez nadie en esa velada leyó nada de Los Labios del Agua y la noche transcurrió entre vino tinto y anécdotas de cualquier especie. Pero igual yo sentía envida. La semana pasada la Hormiga me dijo que había leído una cita que hizo suya, misma que yo también adopté: “La envidia es el tributo que la mediocridad le rinde al talento”. Tal cual, yo me moría de envidia tanto del desmesurado talento erótico de Ruy Sánchez, como de quien hubiese tenido la idea de organizar estos círculos de lectura tan íntimos y personales. Decidí que llamaría a los teléfonos que aparecían en la revista y me inscribiría al siguiente círculo, no fuera a ser que me perdiera otra velada sensual y literaria.
Otro día venía en mi Mafalda escuchando mi estación favorita: el scan de mi radio, Santi decía que ésa era mi estación favorita. De pronto escuché: “...Joaquín Lavado, mejor conocido como Quino...” y en ese instante detuve el scan para escuchar la nota completa. Debo confesar que lo primero que me vino a la mete es que tal vez estaban anunciando su muerte, y me pasó algo muy curioso, igual que me pasó cuando me enteré que Benedetti estaba en el hospital muy grave, pensé que mientras yo dormía profundamente la noche anterior, un genio se debatía entre la vida y la muerte para, como siempre, al final del debate, abrirle paso a aquélla que nunca pierde un debate. Escuché con atención y para mi gran sorpresa Quino no sólo estaba muy vivo, sino que esperaría a sus lectores en Plaza Loreto ese mismo día a las 5.00 pm. para firmar autógrafos. Acto seguido, enloquecí. Llamé primero a la Hormiga, que enloqueció conmigo pero que no podía acompañarme a la firma de autógrafos, a la cual yo no quería ir sola por esto de mi demofobia. Recordaba que en la firma de autógrafos precisamente de Benedetti habíamos sido tantos que Benedetti no pudo firmar nada, yo me quedé con mi Inventario arrugado debajo de mi brazo mientras lloraba a lágrima tendida escuchando como el señor Benedetti leía “Bodas de Perla”. Luego le llamé a Tashi, no porque ella sea la más fan de Quino, sino porque estaba muy emocionada y no sabía a quién más hablarle para contarles que, a como diera lugar, yo iría a esa firma de autógrafos. Después de hablar con la mitad de mis amigos, encontré a un alma caritativa que se apiadó de mi demofobia y, pese a que no es nada fan, aceptó ir conmigo a tan magno evento: Elka. Llegué a mi oficina y mientras contestaba mis mails de chamba, le escribía a Kuki y a Gaby para ponernos de acuerdo para el brindis de fin de año. En uno de esos mails que iban y venían comenté que iría a la firma de autógrafos de Quino esa tarde. A mi comentario siguió un mail de Gaby contestando algo así como: “¿¿¿¿¿¿¿EN DÓNDE?????? Voy contigo”. Yo no sabía que Gaby era fan también, en realidad hay muchas cosas que no sé de Gaby, siendo ella una amiga originalmente de Kuki, pero parece que compartimos varios gustos y, también, según me di cuenta ayer, muchos gustos culposos como RBD y Fernando Colunga. Finalmente Gaby se unió a la firma de autógrafos y nos fuimos las tres. Estuvimos horas esperando un autógrafo, que hasta lo tengo escaneado, se los podría mandar por mail a solicitud de parte. Durante estas horas de espera aprovechamos para ponernos al día de la vida de Gaby, Elka y yo nos vemos bastante seguido y nuestras vidas están muy al día. Aproveché para comentarle a Gaby de estos círculos de lectura que había encontrado en Chilango y le emocionó enormemente el asunto. Nos inscribimos. Ayer fue nuestra primera sesión en la librería Conejo Blanco, con el grupo de lectura de la Condesa que, según me comenta el coordinador de proyectos, es un grupo muy establecido y muy integrado.
Llegué muy temprano, fui la primera y el único que estaba ahí era el coordinador, Pepe. Luego llegó una señora Shoshana (no sé cómo se escribe su nombre, pero ahora sé que significa Rosa en hebreo) y luego un señor Martín. Después llegaron Gaby y Evelyn, Evelyn es la moderadora del grupo y Gaby trabaja haciendo algo también en Letras Voladoras. Al final llegó Gaby, mi amiga Gaby, no la otra Gaby, y tres chicas más: una médico y dos chicas que trabajan en IBM, cuyos nombres ahora se me escapan. Ayer fue noche de presentaciones, cada quien dijo qué hacía de su vida, en dónde trabajaba, si era soltero o casado, si tenía perros o gatos, cuál era su comida favorita, su programa de tele favorito y su música favorita. Yo tuve muchos problemas, como siempre, para contestar las preguntas relativas a la música y la comida favorita. De música acabé confesando que este trabajo me tiene a veces aturdida con la música y que ya no sé qué me gusta y que no. Conté mi terrible anécdota del miércoles pasado que fui a cenar con Memo Gil. Estaba felicitando a Memo por los 3 Grammies que se sacó y se me ocurrió preguntar de qué eran los Grammies, a lo que me contestó que los obtuvo por Kany García. Mi siguiente comentario fue: “mmm... Memo, ¿Kany es una él o una ella?”. Memo me dijo que yo no era posible en esta vida, sobre todo porque en esto trabajo. Comenté que tenía toda la razón del mundo pero que en verdad me había esmerado en el último año en estar al tanto de la música, lo cual no era nada fácil para alguien que escucha arpas celtas y discos de Buddha Bar. Entonces se reían mucho de mí en el círculo de lectura y mi amiga Gaby empezó a cantarme lo que supongo que es una canción de Kany García (que sí es una ella). Luego confesé los gustos culposos: “Inalcanzable” de RBG, Gee y el nuevo sencillo de Paty Cantú (todo EMI, sino, ¿de dónde hubiera tenido yo acceso a esta música tan culta y elevada?), y Gaby cantó algo de RBD, aunque no hizo comentario sobre Paty Cantú a quien, asumo, nadie la conoce mas que todo EMI. De comida nunca sé qué contestar y opto por decir siempre que depende del ánimo, cuando en realidad lo de la comida depende: del ánimo, de la zona de la ciudad en la que uno se encuentra, del clima, de la situación, de quién va a pagar la cuenta, de si se está a dieta o no, de si va con las amigas o con una date (y, en este caso, depende si es la primera, la segunda, la tercera...), de si se está dispuesto a sacrificar lugar por calidad... Entonces, para que no se empezaran a dar cuenta, desde nuestro primer encuentro, cuán complicada soy para la comida (y para la vida, en general), decidí contestar que dependía del ánimo, que era muy muy fan de la comida y recuerdo que comenté que no me gustaban las berenjenas mas que en Musaka. Finalmente empezó la introducción al círculo. Evelyn dijo que para entender un libro hay que entender primero a su autor, y empezamos leyendo una biografía de Jorge Volpi. Yo nunca he leído nada de Jorge Volpi, pero sé, porque me lo dijo mi amiga Pili, que es un gran escritor, que ha ganado varios premios y que en algún momento de la vida salió con mi amiga Pili. Yo estaba emocionada porque iba a leer algo de Jorge Volpi. Para sorpresa de todos, el libro que teníamos en nuestras manos es el tercero de una tetralogía que comenzó con un libro titulado “En Busca de Klingsor”, siguió con “El Fin de la Locura” y éste se llama “No será la Tierra”. Ya veremos después cómo se llama el cuarto. Mi amiga Gaby comentó: “Pregunta, ¿por qué no empezamos por el principio?” A lo que Evelyn le informó que Alfaguara, como una especie de patrocinador, les da los libros y entonces tenía que ser ése. Evelyn había preparado un resumen de los dos libros anteriores para que no estuviéramos tan ignorantes del tema. Hasta este punto yo seguía muy emocionada con el círculo de lectura: el lugar es muy agradable, tomé una copa de buen vino, la plática de mis compañeritos era sumamente interesante, culta y elevada, y dentro de la biografía de Vopli se leía un bullet que a continuación transcribo: “ Jorge Volpi es un escritor atípico en la esfera cultural mexicana. Se documenta a fondo antes de escribir y siente una gran pasión por el mundo de la ciencia y sus implicaciones y por la política y el pensamiento actual. Sus novelas van dirigidas a un lector culto, inquieto e inteligente, a fin de inducirlo a una reflexión en el fondo ética”. Al leer esto me emocioné: me habían llamado culta, inquieta e inteligente porque, aunque nunca he leído nada de este autor, estaba yo en un círculo de lectura en donde leeríamos un libro de él, ¿qué no? Y, además, al finalizarlo me iría a un coctel con él, lo cual me hacía más culta, inquieta e inteligente. Me sentí feliz por estar haciendo por fin este año lo que he olvidado en dos años y medio de trabajar en EMI: alguna actividad que alimente mi espíritu y mi intelecto, que está ya tan atrofiado que le gusta RBD.
Todo cambió cuando empezamos a leer la reseña de las dos precuelas de “No será la tierra”: “Hacia 1944 el mundo está en guerra, declarada por Adolfo Hitler a la cabeza del Estado alemán...” En ese momento me tomé la molestia de leer la contraportada de libro que tenía en las manos: “La bióloga soviética Irina Gránina contempla el derrumbe del comunismo...” Entré en pánico. Hay varios libros en esta vida con temas diversos que me matan de flojera, como las matemáticas, los códigos fiscales, los libros de biología y los tratados de política. No obstante, si tengo que leerlos por alguna circunstancia, los leo y me callo la boca. PERO si hay un tema que me pone los pelos de punta, no me gusta, no lo tolero, me produce náuseas y lo evito a toda costa es el tema de la segunda guerra mundial y el holocausto. Vaya, me salí del cine en “La lista de Schindler” y lloré tres días seguidos cuando un novio (muy malo) me obligó a ver “La vida es bella”. Después de eso, me batí a duelo limpio con Santiago por no ir a ver “El Pianista” y vivo muy tranquila sin recordar que alguna vez hubo un hombre tan macabro que seguro está sentado tomando el té con Satanás. Casi lloro. ¿Por qué, por qué, por qué a mí que me encanta el Mogador, que me emociono tremendamente con las Primaveras que tienen una esquina rota, que no me enamoro de Edward pero sí de Lestat, que me imagino perfectamente cómo entraba y salía Aura del cuerpo de aquel gato y que disfruté cada olor percibido por la fina nariz de Grenouille, por qué me tenía que tocar en mi primer círculo de lectura aprender sobre el comunismo y los nazis? Ah, y también viene un capítulo sobre la bomba atómica, por si no me basta la caída del muro de Berlín. Pero yo ya leí “Hiroshima, mon amour”, ¿no es suficiente? Finalmente me tranquilicé un poco cuando leí: “En el vértigo de la historia, tres mujeres entrecruzan sus destinos”. Tal vez voy a leer una novela mujeril que tiene como fondo la pos guerra. No está tan mal, finalmente en las historias donde hay mujeres, sean pos guerras o pos hecatombes nucleares, siempre habrá un tinte de romance y complejidad. Así pues, pasaré los siguientes lunes de mi vida, de 8.00 a 9.30 pm., en la librería “Conejo Blanco”.
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