La piel arrugada de lo cotidiano, cuando está colmada de sentido, llega a ser asombrosamente voluptuosa. (V. Woolf)
miércoles, 31 de marzo de 2010
“Dime con tus dedos que no habrá más peros, que siempre seremos mientras nos toquemos. Cómo fluye el viento, cómo corre el agua... bésame los labios, tócame la cara, que me tiembla el alma”.
De una rola que me puso el alma a temblar. La escuché hace un par de semanas: bebí las imágenes, sentí en la piel el tacto que habla, bebí el agua que corría, toqué los rostros... dije con mis dedos.
Mi hermana escribió hoy: “Estoy en cuarentena de amor...” (¡Qué curioso que nos hayamos puesto a escribir el mismo día!). La cuarentena de amor es buena (también es relativa). Recordé lo que es decir, y que te digan, con los dedos que no habrá más peros, que siempre seremos mientras nos toquemos.
De lo chusco: Kelly y el prepucio
Hace casi un año fui al Vor Hal a festejar por vigésima quinta vez, que estaba a punto de firmar un contrato que se negoció por años. Estábamos muy a gusto comenzando la noche cuando empezó alguna canción electrónica que me gusta mucho. Di un salto del banquito periquero en el que con trabajos me había subido, boté el vodka y me puse a bailar. Le dije a Ale y a David que esa rola me gustaba mucho. David, ni tardo ni perezoso, preguntó: “Ah, sí, ¿y cómo se llama?” A lo que yo contesté: “No tengo idea, David, yo creo que las rolas de música electrónica no tienen título y si tienen, sólo se lo sabe el DJ”, me reí. David me dijo, muy seguro de él: “pues yo sí sé cómo se llama”. Ale y yo lo miramos extrañadas. David hizo una pausa, disfrutando el momento y riéndose de nosotras, y contestó: “Éxtasis en el prepucio”. Ale casi se ahoga con el vodka y la carcajada y yo me detenía de la sillita periquera de la cual me había bajado de un salto. Kelly, que estaba en la periquera de junto, me preguntó: “¿De qué se ríen?” Yo, sin poder parar de reírme y con el poco pero profundo conocimiento que tengo de Kelly, la miré y le dije: “De nada, Güera, de nada”. Ale me increpó: “¡Qué mala eres, dile!”. “No, Ale, Kelly no se va a reír porque no sabe qué es un prepucio”. David contestó: “¡Cómo crees! Claro que sabe” y Ale asintió. Entonces les aposté algunos drinks a que Kelly no sabía qué era un prepucio (I know my people). Volteé a mirarla y le dije: “A ver Kelly....”, Kelly se puso en actitud de prestar mucha atención, dio un giro a su periquerita y me miró con carita de “sí dime, ¿en que te puedo ayudar?”, yo continué: “A ver Kelly, ¿qué es el prepucio?”. Kelly automáticamente y con mucha emoción, como quien sabe que tiene la respuesta correcta para ganar en un juego de concurso, contestó: “Un hueso”. Ale y David lloraban de risa. Yo gané unos chupes.
Hace casi un año fui al Vor Hal a festejar por vigésima quinta vez, que estaba a punto de firmar un contrato que se negoció por años. Estábamos muy a gusto comenzando la noche cuando empezó alguna canción electrónica que me gusta mucho. Di un salto del banquito periquero en el que con trabajos me había subido, boté el vodka y me puse a bailar. Le dije a Ale y a David que esa rola me gustaba mucho. David, ni tardo ni perezoso, preguntó: “Ah, sí, ¿y cómo se llama?” A lo que yo contesté: “No tengo idea, David, yo creo que las rolas de música electrónica no tienen título y si tienen, sólo se lo sabe el DJ”, me reí. David me dijo, muy seguro de él: “pues yo sí sé cómo se llama”. Ale y yo lo miramos extrañadas. David hizo una pausa, disfrutando el momento y riéndose de nosotras, y contestó: “Éxtasis en el prepucio”. Ale casi se ahoga con el vodka y la carcajada y yo me detenía de la sillita periquera de la cual me había bajado de un salto. Kelly, que estaba en la periquera de junto, me preguntó: “¿De qué se ríen?” Yo, sin poder parar de reírme y con el poco pero profundo conocimiento que tengo de Kelly, la miré y le dije: “De nada, Güera, de nada”. Ale me increpó: “¡Qué mala eres, dile!”. “No, Ale, Kelly no se va a reír porque no sabe qué es un prepucio”. David contestó: “¡Cómo crees! Claro que sabe” y Ale asintió. Entonces les aposté algunos drinks a que Kelly no sabía qué era un prepucio (I know my people). Volteé a mirarla y le dije: “A ver Kelly....”, Kelly se puso en actitud de prestar mucha atención, dio un giro a su periquerita y me miró con carita de “sí dime, ¿en que te puedo ayudar?”, yo continué: “A ver Kelly, ¿qué es el prepucio?”. Kelly automáticamente y con mucha emoción, como quien sabe que tiene la respuesta correcta para ganar en un juego de concurso, contestó: “Un hueso”. Ale y David lloraban de risa. Yo gané unos chupes.
Querido Pepe,
Toda cuestión tiene dos puntos de vista: el equivocado y el nuestro.
Retomé el contacto con un amigo de antaño con quien compartí alguna vez una luna de octubre. No es que hayamos perdido el contacto, y menos ahora que existe el facebook y el twitter y el no sé qué tanto, la realidad es que la distancia, los hijos, los divorcios, los trabajos, la falta de tiempo, el día a día, nos llevó a que sólo pusiéramos “nos gusta” a algún estatus lindo, o nos preguntáramos intrascendencias sobre nuestras vidas. Hoy nos escribimos mails de más de dos párrafos y creo que nos acordamos cómo nos gusta escribir y escribirnos... y yo recordé cuánto tiempo llevo sin alimentar el blog de las cotidianitas, y cómo la piel arrugada de lo cotidiano... se va arrugando más cuando no se alimenta con gotitas de palabras.
“Yo ya quiero establecerme”, le dije a Pepe. “¿Quieres establecerte?, fue su respuesta, ¡Pues ya estás establecida! Con muchos amigos que te quieren, con tu trabajo exitoso, con tu lado femenino y humano bien fortalecido... cuando leo tus mensajes sobre las fiestas o reuniones o veo las fotos, haces que sienta un calor como de víspera navideña, y también me pega una cierta envidia (de la buena)”. Me di cuenta que en realidad estoy establecida, es cierto y que a veces olvido las básicas lecciones de la vida, las que primero se aprenden y que, a fuerza de pasar tantos años, se olvidan aunque sean el ABC: hay veces que uno añora lo que no tiene y olvida vivir intensamente lo que sí se tiene, a manos llenas. Me puse a ver las fotos del bien denominado “Pitágoras Social Club” y, ¡miren!, han pasado ya tres años de que nos reunimos y, en efecto, se siente como esta “víspera navideña” de la que habla Pepe, aunque a mí no me guste la Navidad.
Ahora mismo tomo café en una taza que me regaló Paul el 14 de febrero, tampoco festejo el 14 de febrero ni significa para mí ninguna cosa importante, y aun sí me llegó un regalo Valentino, una taza que dice: “te quiero a ti, desde el primer día que te vi”. También me puse un perfume que me regaló Estela de cumpleaños y un anillo que me dio Leyla un día que no tenía nada mejor que hacer que pensar en mí. Y tengo hermosas flores en mi oficina que mandó Tashi y una barricada de amigos de oficina dispuestos a defender mi integridad ante cualquier arreglo floral que llegue a la recepción sin remitente. Fruta y dulces en mi florero. El cuadro de un antiguo amor que cruzó medio mundo para venir a verme. ¡Qué rico que todo venga en bocanadas de luna nueva! Sociedades secretas que me inventan conjuros para sanar heridas.
Esto era una carta para Pepe, para contarle en qué iba mi vida, en dónde estaba mi corazón, qué piensa mi mente, hacia dónde se acomodó hoy mi cabello, qué ha pasado durante todos estos años, cuántas nuevas arrugas tengo y si me ha salido alguna cana, cómo hace uno para estar siempre, perennemente, “dentro del mercado” y no morirse en el intento, qué pasó con los últimos roces de labios, a dónde he viajado, qué libro he leído, qué comida he disfrutado, dónde está la Hormiga que nos intriga con una sola palabra: “reciprocidad”... y todo, absolutamente todo esto tan pequeño y cotidiano parece ahora tan suntuoso con la simple frase: “¡Ya estás establecida!”. Es cierto, querido amigo de esa luna de octubre, estoy muy establecida, estoy donde debo estar y con quien debo estar.
Besos y estrellas,
Retomé el contacto con un amigo de antaño con quien compartí alguna vez una luna de octubre. No es que hayamos perdido el contacto, y menos ahora que existe el facebook y el twitter y el no sé qué tanto, la realidad es que la distancia, los hijos, los divorcios, los trabajos, la falta de tiempo, el día a día, nos llevó a que sólo pusiéramos “nos gusta” a algún estatus lindo, o nos preguntáramos intrascendencias sobre nuestras vidas. Hoy nos escribimos mails de más de dos párrafos y creo que nos acordamos cómo nos gusta escribir y escribirnos... y yo recordé cuánto tiempo llevo sin alimentar el blog de las cotidianitas, y cómo la piel arrugada de lo cotidiano... se va arrugando más cuando no se alimenta con gotitas de palabras.
“Yo ya quiero establecerme”, le dije a Pepe. “¿Quieres establecerte?, fue su respuesta, ¡Pues ya estás establecida! Con muchos amigos que te quieren, con tu trabajo exitoso, con tu lado femenino y humano bien fortalecido... cuando leo tus mensajes sobre las fiestas o reuniones o veo las fotos, haces que sienta un calor como de víspera navideña, y también me pega una cierta envidia (de la buena)”. Me di cuenta que en realidad estoy establecida, es cierto y que a veces olvido las básicas lecciones de la vida, las que primero se aprenden y que, a fuerza de pasar tantos años, se olvidan aunque sean el ABC: hay veces que uno añora lo que no tiene y olvida vivir intensamente lo que sí se tiene, a manos llenas. Me puse a ver las fotos del bien denominado “Pitágoras Social Club” y, ¡miren!, han pasado ya tres años de que nos reunimos y, en efecto, se siente como esta “víspera navideña” de la que habla Pepe, aunque a mí no me guste la Navidad.
Ahora mismo tomo café en una taza que me regaló Paul el 14 de febrero, tampoco festejo el 14 de febrero ni significa para mí ninguna cosa importante, y aun sí me llegó un regalo Valentino, una taza que dice: “te quiero a ti, desde el primer día que te vi”. También me puse un perfume que me regaló Estela de cumpleaños y un anillo que me dio Leyla un día que no tenía nada mejor que hacer que pensar en mí. Y tengo hermosas flores en mi oficina que mandó Tashi y una barricada de amigos de oficina dispuestos a defender mi integridad ante cualquier arreglo floral que llegue a la recepción sin remitente. Fruta y dulces en mi florero. El cuadro de un antiguo amor que cruzó medio mundo para venir a verme. ¡Qué rico que todo venga en bocanadas de luna nueva! Sociedades secretas que me inventan conjuros para sanar heridas.
Esto era una carta para Pepe, para contarle en qué iba mi vida, en dónde estaba mi corazón, qué piensa mi mente, hacia dónde se acomodó hoy mi cabello, qué ha pasado durante todos estos años, cuántas nuevas arrugas tengo y si me ha salido alguna cana, cómo hace uno para estar siempre, perennemente, “dentro del mercado” y no morirse en el intento, qué pasó con los últimos roces de labios, a dónde he viajado, qué libro he leído, qué comida he disfrutado, dónde está la Hormiga que nos intriga con una sola palabra: “reciprocidad”... y todo, absolutamente todo esto tan pequeño y cotidiano parece ahora tan suntuoso con la simple frase: “¡Ya estás establecida!”. Es cierto, querido amigo de esa luna de octubre, estoy muy establecida, estoy donde debo estar y con quien debo estar.
Besos y estrellas,
Suscribirse a:
Entradas (Atom)