para el querido amigo Becker, gracias a él, me senté a escribir hoy...
"Hace ya tiempo que el papel de cuerdo es peligroso entre los locos"
Diderot
Mi ex compañero de Universidad, Gerardo Becker, siempre escribe estatus muy profundos en su Facebook. A mí me gusta leerlos y siempre le hago un comentario, aunque hoy me quedó claro que su profundidad no le da para el sarcasmo y contestó algo muy profundo a mi comentario que se supone que tenía que ser gracioso. Él escribió: “La dispersión de la mente genera dolor”. Yo contesté: “No toy tan segura, amigo, yo no vivo en el grito de dolor Y MIRA QUE SOY DISPERSA ¡EH!”. Para muestra, varios pequeños botones que llevo tiempo queriendo juntar y coserlos poco a poco a mi mente dispersa:
Lata de spray para “algo”, que no sé qué es: Se sube la Hormiga a mi coche. “Hormiga, ¿y esta lata de spray?”. “¡Ah! No sé, me la dio Luis para... para... ¡Ay, Hormiga! Creo que tengo que empezar a ponerle atención a mi novio cuando me dice que no le hago caso”. Después de una risotada, la Hormiga acotó: “¿Te das cuenta de lo que me acabas de decir? TENGO que EMPEZAR a hacerle caso a mi novio cuando ME DICE QUE NO LE HAGO CASO”. Esto fue hace 7 años, de menos, a la fecha, no sé para qué era esa lata de spray, por qué la traía en mi coche y para qué chingaos me la había dado mi novio, espero que no haya sido nada importante.
La contestadora: Hace muchos años, cuando trabajaba en Reader’s Digest, la gerente de sorteos era una mujer llamada Elia Lechuga, famosa en la compañía por su poca paciencia y su temperamento explosivo. Un día, regresando de comer, veo que tengo mensajes en mi contestadora. Pit, pit, pit... tecleo contraseñas... mensaje de Elia: “Alba, te comento que el para el Sorteo “El boleto dorado de tu suerte”, el permiso de la Secretaría de Gobernación...blah... blah...” A la mitad del mensaje, olvidé que era un mensaje y me creí en una conversación con Elia. “No, Elia, es que lo que pasó fue que...” EVIDENTEMENTE, la grabación seguía y seguía y yo estaba ANONADADA porque esa mujer “¡no me respetaba y ni siquiera me escuchaba!” Elia, Elia, ESCÚCHAME (yo ya desesperada)... Elia, POR FAVOR, déjame hablar... Sólo entré en razón cuando escuché: “bueno, Albita, te busco después de comer y lo vemos”... Beeep!
Contacto para Leyla: Cuernavaca. Casa de un amigo de May, novia de Alec. Yo, de colada en el fin de semana de la epidemia influenzosa. May me presenta con todos sus amigos. “Hola, por favor, no se ofendan, NO ME VOY A APRENDER SUS NOMBRES, pero no es mala onda, me tardé cuatro años en aprenderme el de Alec”. Todo el fin de semana logré aprenderme dos nombres: Moni y Mono, era buena nemotecnia, sólo por eso. Uno de ellos, Juan Er, trabaja en alguna agencia de publicidad. Inmediatamente ofrecí los servicios de mi vendedora estrella, Leyla, y le pedí a Juan Er que me mandara un mail con sus datos de contacto. El lunes le reenvíe el correo a Leyla: “Ley, antes de que se me olvide quién es este chavo, te mando sus datos, es un amigo de May que trabaja en blah y ....” A los pocos días me dice Ley: “Ya hablé con Juan Ernesto”... silencio... “¡Ah!, ¡qué bien! ¿Quién es Juan Ernesto?” “El amigo de May que me dijiste...” “¡Ah! ¡Claro!”. Ese día fuimos a comer a Italiannis Ley, Ale y yo. Juan Er, casualmente, había comido ahí también e iba de salida. Lo vi, me quedaba claro que lo conocía pero no sabía de dónde. Me vio, me reconoció, yo creo que él, que no es disperso, recordó que pasamos 3 días en Cuerna, desayunando, comiendo, cenando y bebiendo juntos. Antes de que pudiera hablar, ¡lo reconocí!, pero era mucho pedir que recordara su nombre. Entonces lo señalé con mucha emoción y grité: “¡Ah!, eres tú”, señalé a Leyla, “es ella”, le dije a Juan Er, “es él”, le repetí a Leyla señalando a Juan Er. La chica que venía con Juan Er, después me entré que era su novia (ups) y TODOS los de las mesas cercanas me miraban intrigados: una loca gritando “es él, es ella, es él, es ella”. Lo mejor fue cuando Leyla contestó: “¡Ah! Juan Ernesto, mucho gusto, soy Leyla”. Claro, los dispersos nos ayudamos, sino ¿cómo?
Alec y el hospital: Alec en el hospital, gravísimo. Yo en mi casa, en shock, dando vueltas sobre mi propio eje. Mi amiga Lorena me dice: “cálmate, el papá de Oliver es ortopedista, ¿quieres que le llamemos para que vaya a ver a Alec?” “Sí amiga, por favor, te lo pido porque sino... buuuaa!!!!” (Llanto, berrido). El suegro de Lore con gusto iría al hospital a ver al AMIGUÍSIMO de la amiga de su nuera. “Sí, claro, ¿cómo se llama?” Yo contesto: “Alberto Chávez Servín”. El médico llegó al hospital a preguntar por un Alberto Chávez Servín que, evidentemente, no estaba hospitalizado. “Ah, doctor, sí tenemos un Alejandro Chávez Servín...” En la noche me llama Lorena: “dice me suegro que no te preocupes, que tu AMIGUÍSIMO, que por cierto no sabes ni cómo se llama, va a estar bien”.
Mucho gusto, mi novio Alejandro: Sigamos con la familia Chávez Servín. En varias ocasiones, al presentar a Albert: “¡Hola! Te presento a Alec, mi novio”. “Mucho gusto”, contestaba él todo mono y serio: “Por cierto, me llamo Alberto”.
Mafalda, en el estacionamiento de algún centro comercial, perdida... bueno, ¿qué les puedo decir? Pecata minuta. Consuetudinariamente, sin duda.
Emer, estoico: Obvio, sino, se volvería loco. Me dice el martes pasado: “Alba, no voy a poder estar en el conference de mañana, que no sé a qué hora es, déjame lo checo y te aviso....” Contesto apurada: “¡Uy! ¿Conference? ¿A qué hora?”... Sin palabras, sólo me miró. Yo, sólo me reí.
Ed Hardy vs. Ferragamo: Jueves, 8.00 am. “¿Qué me pongo?... Ah, hoy no tengo citas ni recibo a nadie en todo el día. En la noche tengo la inauguración de un restaurante condesoso. Bueno, pues ropita condesosa”. Jeans rotos, blusita con alitas atrás y corona adelante, REPLETA de brillitos MUY PLATEADOS. Cinturón de charol, estoperoles PLATEADOS en forma de corona, hebilla PLATEADA (casi de mi tamaño), tennis de charol. Pelos chinos, ni una secadora que pasara por ellos. Oficina, 11.00 am. Trabajo, apurada, cafeína, actas, contratos, llamadas. Yo, desparramada en mi silla, vestida de Bratz. Ring, Mary al teléfono: “Albin, te llama la secretaria del Doctor Blah...” Ups... “Mariposa, ¿qué día es hoy?” “Jueves, Albín”. (E N L A S Ú P E R M A D R E)... Pásamela, Mary. “¿Licenciada Hernández? El Doctor Blah va retrasado pero está en camino”. “Sí, Fulanita, muchas gracias”. Reminder de outlook: “junta Dr. Blah” (A buena hora). Llega a mi oficina el Doctor Blah: Traje Hugo Boss, zapatito Ferragamo, corbata Hermes. “Buenos días, licenciada.” “¡¡¡¡Hola!!!! ¿Te enseño mis alitas?”
El portavasos-espejo: Salía apresuradamente de la cocina de EMI saboreando un totopo con frijoles. En la recepción me esperaba un pasante que venía, con prisa, a ver unas cosas sobre un procedimiento de Avenencia. Me senté en mi escritorio, llamé a la recepcionista: “Kelly, dile a Juan Manuel que pase por favor”. No me daba tiempo de lavarme los dientes. En mi apuro, levanté la taza de café de mi portavasos morado con pececito azul, que me regaló Leyla, y lo puse frente a mi boca para revisar que no me quedara el “frijolazo” en los dientes... Después de unos segundos, seguía sorprendida por no ver mi reflejo y me esforzaba por explicarme por qué en lugar de mis dientes, yo veía un pececito azul.
Tashi, One love, one life: La canción que suena en mi cel cuando me llama Tashi es “One”. Veníamos en su coche y comenzaron a sonar las primeras notas... “is it getting better...” Mi primera reacción: buscar como loca el blackberry. Segunda: voltear a ver a Nami, que venía manejando, con mirada incrédula. Nami contestó: “No, babas, no soy yo, ES EL RADIO”.
Y, ¿qué decir? Es de familia: El viernes pasado llegué a casa de mi abuela después de la misa de aniversario luctuoso de mi abuelo. A la hora de servir la cena, mi mamá me pregunta: “Tú, Princesa, ¿quieres un tamalito?” “Ma, tengo 33 años, desde hace 33 años soy tu hija, NUNCA me han gustado los tamales y SIEMPRE me quieres dar tamales”. Salgo al patio, me ve mi abuela: “Gordita, ¿no quieres un tamalito?” ... (mmmm, ¿cómo te explico?) Me senté en el brazo de su silla, la abracé y le dije: “Sí abuela, ya me comí dos”.
te quiero, loca hormiga
ResponderEliminarMonpetitetual...
ResponderEliminarerrar es humano, perdonar divino
ergo: disculpada estás... jejeje
sabes que te extraño?
atte. mamuasel ingratíte
muchas gracias por este rato de risa loca!!!
ResponderEliminar"¿Te enseño mis alitas?"
ResponderEliminarjajaja te quiero hermana!