Bruce Lee
Ayer decidí quedarme a tomar una clase de Jiu Jitsu brasileño en el gimnasio al que asisto regularmente. Conforme se acercaba la hora, vi que llegaban hombres y más hombres, altos, fornidos, corpulentos, mucha masa muscular y ninguna otra mujer. A los diez minutos llegó otra curiosa y detrás de ella, una más: éramos tres contra 10. El profesor (1.80, 90 kilos de músculo, mucha testosterona) nos hizo el favor de explicar brevemente qué era Jiu Jitsu, para los nuevos. Comenzó su explicación diciendo que era un arte marcial adecuado para las mujeres, ya que no implicaba solamente combate sino el arte de inmobilizar al contrincante; por lo tanto, era un arte marcial de defensa personal apto para todos los géneros y tamaños. Al aprender cómo inmovilizar al contrincante, habíamos ganado la mitad de la contienda, ya que (aquí hizo una pausa y me dirigió una mirada) “¿como cuánto pesas?”, me dijo señalándome con su enorme mano.
—¿Yo? Bueno... 50 kilos —mentí descaradamente. Antes muerta, inmobilizada por el contrincante y con el ego por el suelo que admitir la verdad y que alguien diga: gorda.
El maestro, muy en su papel de Einstein cinta negra, procedió a la clase magistral de física aplicada al combate:
— "Si las leyes de la física no se equivocan, su compañera no puede defenderse de alguien de 80 kilos con pataditas. Un golpe puede doler, pero el contrincante golpeado puede seguir atacando. En cambio, un codo se rompe con una presión de solo 4 kilos. Y con un codo roto, ya no peleas ¿Ves a lo que me refiero?"
Yo solo asentí con la cabeza, como si eso me hiciera más letal. ¿Romper un codo? Mi mayor logro físico del día de ayer fue un ball change con dos pivotes y un split elegantísimo en la clase de jazz, de ahí, ¿a dislocar extremidades? Hay un abismo de arnica y películas de Marvel de por medio.
El profe siguió:
- "Es como si te subes a un Mini Cooper y te estrellas contra un tráiler a toda velocidad".
Diez minutos de clase y ya me estaba llamando Mini Cooper. Excelente. Todo lo que quería: ser un automóvil compacto con complejo de Godzilla.
Y ahí empezó el calentamiento infernal. Yo ese día había elegido una clase de Body Balance, ya sabes, cobra, estiramientos, paz interior, mantras de fondo, meditación al final y de pronto: "hagan dos líneas y marometas de un extremo al otro del salón". ¿Marometas?, la última vez que hice una tenía dientes de leche, me parece. Rodé como panda cuatro veces, de un extremo al otro.
- "Excelente, 60 lagartijas" (¿Perdón? Yo me caigo después de 5).
- "¿Las puedo hacer con las rodillas en el piso?"
El profe me dirigió una mirada despectiva y yo ... hice 5 lagartijas.
- "Ahora, caminatas en cuatro patas (sin comentarios) y saltos de rana".
¿Todo aquello para llegar al objetivo del día: aprender a asfixiar a alguien y dislocar un hombro?
La técnica del hombro me salió medio bien (bendito seas, contrincante con cuerpo de Jetta), pero después, cambiamos a la asfixia. Y me tocó con el maestro: El tráiler humano.
El profe se tira al piso y me dice que vamos a aprender la técnica desde ahí. Claro, no quiere que nos matemos aprendiendo a derribar al contrincante, mejor vamos directo a lo bueno. En el piso me dice:
- “A ver, súbete como si quisieras apretar mis costillas con tus piernas”. Romántico el asunto.
Yo obedecí como buena karateca en formación. Me subí y claro, mis rodillas ni tocaban el suelo de lo grande que era este hombre, tuve un ataque de risa. Estaba como flotando sobre una montaña humana. Me imaginé la escena de mi combate en la vida real. El atacante se acerca a mí con velocidad y yo interrumpo: "oye, espera, antes de que sigamos ¿te puedes acostar aquí un segundito? Es que sin eso, no sé asfixiarte bien".
El profe me acomoda:
- "Pasa tu brazo derecho por debajo de mi cabeza, presiona con tu cabeza, agarra tu bícep con la otra mano..."
- "No alcanzo".
- "Es que tienes que acercarte más".
¡Ajá! ¡Un caballero este tráiler! ¿Y ni siquiera un beso para acercarme más? ¿Me voy a acercar tanto a mi contrincante? ¿Y si no es tan guapo como este hombre tráiler?
Hice lo que pude. Toqué mi bícep (milagro) y luego traté de llevar la otra mano al oído. Me sentía haciendo yoga versión MMA.
— "Aprieta", ordenó.
Y yo apretaba, con todo mi ser, con mis poderosos 50 kilos, todo un colibrí con uniforme.
- "Más fuerte".
- "¡Estoy usando todo el peso de mi cuerpo de Mini Cooper!" Pero el tráiler apenas bostezaba.
Me acordé de mi amiga Andrea que una vez, hablando de un ex mío igual de grandote, dijo:
- "¿Y tú qué hacías? ¿Te trepabas como lagartija en piedra?"
Y sí, justo en ese momento eso era yo: una lagartija haciendo cosplay de luchadora profesional.
Miré el espejo: otra chica intentaba lo mismo, pero con un tipo aún más grande y ella estaba abajo, él era el asfixiador, totalmente inequitativo ese equipo. Yo decidí retirarme, con dignidad, claro. Apreté, apreté, apreté hasta que sentí la palmadita en la espalda en señal de stop, supe que había terminado la tortura. Solté al maestro, rodé dramáticamente, quedé boca arriba jadeando como si hubiera corrido un maratón, el profe ni despeinado estaba, y gentilmente otro alumno no tan tráiler se acercó a levantarme.Y entonces, ¡empezó el combate!
El compañero me pregunta:
- "¿Quieres intentarlo otra vez?"
- "Por supuesto que no, querido. A ti sí te mato fácilmente", le dije mientras le cerraba el ojo.
Me amarré el pelo como heroína de telenovela, me puse brillito en los labios (porque una no pierde el estilo ni en combate) y me senté junto a los demás compañeros que estaban esperando su turno, empecé a platicar con ellos. En minutos, los contrincantes estaban a mi alrededor, escuchándome y riéndose, preguntándome dónde trabajaba y qué hacía de mi vida. El profesor me veía con cara de desaprobación, estaba distrayendo a sus alumnos. Ni golpes, ni llaves, ni inmovilizaciones: la verdadera arma mortal era yo con mi encanto implacable y los labios pintados. Sutilmente, el combate lo había ganado yo, sin necesidad de dislocar hombros ni asfixiar a nadie. Los contrincantes habían sucumbido ante unos labios brillosos y unos ojos coquetos, puede que mis bubis hayan influido un poco y la extraña posición de asfixia con el profe, también. El combate, en resumen:
Hombros intactos. Vidas a salvo. Mi ego estable y crecido, los oponentes completamente rendidos.
Besos y estrellas,
Su amiga Bruce Lee
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