martes, 22 de agosto de 2006

Nada

“No tengo sueño. Quiero seguir escribiendo. Mejor dicho, empezar a escribir, porque esta noche el tiempo se me ha ido en fantasías, en divagaciones, en recuerdos. No es así, lo sé perfectamente. Si encontrara una primera frase, fuerte precisa, impresionante, tal vez la segunda me sería más fácil y la tercera vendría por sí misma. [...] En fin voy a acostarme y a seguir pensando. Tengo que encontrar esa primera frase. Tengo que encontrarla.”
Josefina Vicens, “El libro Vacío”


Nada

Yo quiero escribir otro “Cien Años de Soledad” y ganar un premio Nobel. Quisiera tener la maestría de Hesse para dar rienda suelta a la descripción de la nada en un tomo completo. Y estoy tan molesta porque no encuentro ternura para hablar de amor, ni información suficiente para criticar a los políticos, ni sensibilidad extrema para hablar del calor de las locas pasiones, ni nada de nada. Soy un ser humano más común y corriente que las galletas de animalito; y mi gran soberbia me hizo pensar que de vez en cuando tenía buenas ideas.

Hace nueve frases que me esfuerzo, que borro intentando escribir una reflexión profunda y luego me doy cuenta que las palabras están tan escogidas y rebuscadas que ya no tienen sentido. Como cuando Joey (Friends) escribió una carta utilizando el diccionario de su computadora y la carta nomás no tenía ni pies ni cabeza.

Entonces decidí que por qué no mejor hablarles de cosas trilladas y lugares comunes, de sensaciones y sentimientos cotidianos, como: una vez más se me echaron a perder las calabacitas en el refri, tiré el tupper en lugar de lavarlo porque me dio mucha "cosa"; "dar cosa" es una expresión muy subjetiva y poco descriptiva, pero todos la entendieron, ¿no?;  hace más de 8 meses que no hago una cita con el ginecólogo, y ni hablar del dentista, ¿ése?, ni tengo, el día que necesite uno me agarro la guía de GNP y veo alguno que esté cerca y dentro de la red médica, pero claro, hasta que se me pique una muela y no pueda ya del dolor; ¿cómo será ser millonario y no tener nada de qué preocuparse?, ¿en verdad no tendrán nada de qué preocuparse? Yo me dedicaría a viajar y luego a estudiar, sin pretender más que comer rico en restaurantes conocidos por su buena cocina y beber buen vino, ¿seré una súper conformista?

También puedo hablar de trivalidades de colores: me compré un collar nuevo, lindísimo, verde, ¿por qué no? No tengo nada verde con qué ponérmelo, de hecho no me gusta el verde, parezco rana cuando uso verde, pero igual el collar es lindísimo. Tiempo después, el collar se empezará a ennegrecer por la falta de uso, entonces tendré que salir a la calle a buscar aunque sea una blusa perfecta que le quede bien al collar, aunque la blusa cueste diez veces más que el collar.

¿Qué tal la importancia de los zapatos de tacón? Esos artefactos de tortura convertida en canasta básica femenina, diseñados exclusivamente para arruinar la columna vertebral y destruir la dignidad en meses sin intereses. Porque claro, ¿qué sería de una mujer sexy sin subirse a diez centímetros de inestabilidad y sufrimiento con fines estéticos? Se debe aprender a caminar con zapatos de tacón, es muy importante y sobre todo sumamente útil saber subir una escalera con zapatos de tacón. El tacón debe quedar fuera del escalón pero el resto del pie debe estar firmemente apoyado en el escalón. Son tan importantes que una mide su ropa con zapatos de tacón, cuando digo “una” me refiero a mí, que mido 1.55 cm y, por lo tanto, tengo que llevar a arreglar siempre los pantalones y acabo por tener pantalones que sólo me puedo poner con ciertos zapatos; de otro modo, o los arrastro o quedan “zancones” y no es ni lindo, ni corporativo y mucho menos sexy.

Pero, ¿y qué pasa cuando una es novata en la cremas antiarrugas? Tengo amigas que, por culpa de la genética que hizo su piel blanca, hace un par de años comenzaron a usar cremas antiarrugas y que ahora puede que sean unas expertas. Tengo otras (otras amigas, no otras arrugas ni otras cremas), yo estoy incluida en esta categoría, que, descuidadas y confiadas de las pocas bondades del cutis grasoso, nunca se han ocupado de las arrugas en la piel. Hace un tiempo estaba haciendo el único súper que me resulta atractivo: el que consiste en seleccionar cremas para el cuerpo, desodorantes, shampoo y tratamientos para el pelo. Puedo pasar horas destapando cremas para olerlas y sentirlas y horas leyendo la cantidad de cosas que contienen los shampoos, desde papayas y aguacates hasta sustancias de nombre impronunciable que, según dicen en la red, pueden causar calvicie y cáncer.

Al lado de mi tratamiento para piel grasosa de L'oreal encontré una cremita que me llamó la atención por el envase súper cuco y de un rosa pálido hermoso. Me confieso víctima de la mercadotecnia: me encanta todo lo que se ve bonito y tiene colores pastel o rojos y azules intensos. Por ejemplo, siempre h pensado que los condones NO SON UN PRODUCTO PARA MUJERES ¿A qué cromosoma “X” en su sano juicio pueden llamarle la atención empaques negros sin ningún tipo de figurita alegre? Encontré una cremita mona, en su envase rosa pálido con un aroma delicioso: “L'oreal visible results” (voy a llamar a L’oreal y les voy a cobrar por la publicidad, obvio, ni siquiera me van a tomar la llamada). Leí cuidadosamente todos los compuestos, instrucciones, indicaciones, recomendaciones y todas las demás “iones” y decidí que ya tenía edad para comprarme una crema antiarrugas, además de que me estaba comprando la última maravilla de la tecnología moderna en belleza: en 20 días no tendría una sola arruga más en mi rostro. La crema huele delicioso y tiene una textura que se impregna en mi piel con la facilidad con la que los jeans “Sexy Jeans” skinny se amoldan al cuerpo, pero de ahí a que quite las arrugas hay un abismo de diferencia, se los juro ¿Cómo? ¿Ya lo sabían? ¡Ah!, por eso existen los cirujanos plásticos, ahora entiendo.

Josefina Vicens escribió “El libro vacío”. Me acuerdo que mi abuelo me lo prestó hace muchos años. El libro me encantó, aunque ahora nada recuerdo de los protagonistas ni de la historia, pero recuerdo que ese protagonista común quería escribir un libro y se sentaba todos los días frente a la hoja en blanco a escribir un libro. Nunca le llegaba la inspiración de Cervantes y a duras penas escribía tres líneas intrascendentes y “vacías”. Reflexionaba sobre las veces que se metía a la cama al lado de su mujer y “entendía que uno podía morirse de sed a la orilla de un cuerpo”. Pues así está hoy mi reflexión: vacía, completamente, sin nada que compartir, sin sarcasmo ni pudor, ni alegría de vivir o curiosidad por morir. Nada, simplemente nada, vacío, plano, sin lobos esteparios que describir, sin Macondos a donde ir, sin molinos de viento que vencer ni versos más tristes esta noche que escribir –ni esta tarde, ni en la madrugada, ni ayer, ni hace un par de meses-. Hoy sólo tengo lugares comunes, cremas antiarrugas, pasta con jitomate que me preparé ayer en la noche y una medicina que me recetó Felipe para la gastroenteritis, libros vacíos y una junta a las 4.30 pm., un celular cargándose y unas botas negras que me dan mucho calor. Pero, si no lo digo, si no hago alarde de mi vacío, “me muero de sed a la orilla de un cuerpo”, de mí cuerpo.

Besos y estrellas,

La galleta de animalito.